
En la escuela hemos terminado un año que tardaremos en olvidar. Un año complicado pero que hemos podido concluir con éxito y con alegría.
En el colegio los niños han sido sin duda ejemplares y los grandes héroes. Sus familias no lo han sido menos. Pero esta entrada la quiero dedicar a mis compañeros docentes. Lo que voy a escribir lo podía haber expresado y escrito cualquier maestro, cualquier maestra, desde cualquier rincón de España.
Incertidumbre
La vuelta de las vacaciones de verano no es precisamente el momento más agradable del año. Pero este curso que ha terminado la vuelta era diferente. En mi caso, el viaje de vuelta aquel 26 de agosto la sensación era de incertidumbre.
Las noticias sobre los brotes de Covid que iban en aumento, las propuestas de medidas que se estaban diseñando para la escuela… todo presagiaba un comienzo de curso lleno de incertidumbre hacia lo que podía ocurrir ya en las primeras semanas de curso. Muy pocos apostábamos por «hacer un curso completo».
Además de incertidumbre, esos primeros días de septiembre, antes de llegar los niños, todos sentíamos cierto temor: temor a que la escuela fuera una encerrona para niños y adultos, temor a no controlar la situación, al propio contagio o al de nuestros familiares cercanos…
Las primeras medidas
Para mí, e imagino que para muchos, los primeros días fueron desoladores. Las paredes desnudas, señalizaciones, distancia, mascarillas, gel, más distancia, toma de temperatura, lavarse las manos, volvérselas a lavar, recreos por sectores, sin juegos, sin encuentros… Todo demasiado frío, demasiado estricto para una escuela.
Esos primeros días los niños ya demostraron que iban a colaborar, que venían bien aleccionados de casa y que iban a facilitar la tarea.
Diferentes funciones
Casi todos hemos desempañado diferentes funciones que poco tienen que ver con nuestra labor docente… pero había que adaptarse a las circunstancias. Hemos tomado temperaturas, reparado termómetros, suministrado gel…
A mí me encargaron controlar la puerta de entrada de los primeros cursos de Primaria. Hacer de guarda de seguridad no es mi fuerte. Los primeros días se podía ver el temor de las familias al dejar a los niños en la entrada y no poder acompañarlos hasta la fila. Algunas despedidas eran dramáticas a lo que tenía que decir para quitar tensión:
—Que tu hijo viene a la escuela, que no se embarca en el Titánic… a las dos estará de nuevo de vuelta.
Estar en la puerta me ha servido para poder dar los buenos días a cada uno de los niños que entraban y a sus familias, a transmitir calma, serenidad… y normalidad.
El profesorado
Como sabéis trabajo como orientador y no tengo docencia directa. Las maestras de mi colegio, estoy seguro que como todas los de España, maestros, maestras, profesores… han demostrado de lo que son capaces cuando se les pone a prueba. El reto estaba ahí: mantener unas medidas, a priori complicadas, con cientos de niños.
Han dado clase con las ventanas abiertas, con ruido, con frío, con mucho frío, con mucho frío y viento, con mucho frío, viento y ruido. Se han puesto al día en un tiempo récord en el uso de nuevas tecnologías, se han sobrepuesto y han sacado adelante clases virtuales con equipos informáticos que, en muchos casos, no estaban a la altura.
Han enseñado, han dado clase… en muchos centros no solo se han dado los famosos 15 temas, sino que alguno ha llegado sobrado y le ha dado tiempo a repasar. Y eso que el lema al principio de curso era: “este año prima lo sanitario frente a lo pedagógico”.
Todos le han echado imaginación para suplir lo que ahora no se podía hacer: que se lo digan a los profes de Educación Física, Música…
Y han hecho algo muy importante: han sabido acompañar emocionalmente a los niños en esta situación. Tranquilizarlos y calmar sus miedos, cuando los propios maestros ni estaban tranquilos y tenían los mismos temores…
Podíamos hablar de los vaivenes y “mareo de perdiz” que hemos tenido que sufrir con nuestra vacunación… pero eso lo comentaremos otro día.
Así, hemos llegado al final del curso… sanos y salvos ¿Quién lo iba decir? No sabemos cómo será el próximo curso, pero lo podremos afrontar igualmente.
En nuestro colegio, como habréis hecho en la mayoría, hicimos un pequeño acto de despedida el último día. La directora dirigió unas palabras muy emotivas a los niños reconociendo su actitud durante el curso: «habéis normalizado lo que no era normal» eran algunas de sus palabras.
Desde hacía muchos años, no veía a los niños emocionados (algunos no se querían marchar) el último día de clase, mientras sonaba como banda sonora de la despedida The Best, de Tina Turner.
¡Bravo ahí!
Como leí en algún lugar: “solo necesitas que te pongan a prueba para que compruebes de lo que puedes ser capaz”.
Aquel año que vivimos… tardaremos en olvidarlo… pero lo olvidaremos, porque la memoria y el olvido también sirven para sanarnos.
Enhorabuena y felices vacaciones